"Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla y sigue deshaciéndola...." C. Sánchez Albornoz

CASTILLA VIVE A PESAR DE UNA MULTITUD DE DUENDES QUE LA OBVIAN, LA NIEGAN O LA VILIPENDIAN. SEGUIMOS CAMINANDO, PESE A ELLOS.

Castellae vires per saecula fuere rebelles - Durante siglos los castellanos fueron rebeldes (Crónica Bardulia)

Etimología del nombre Castilla:
Se cree que el nombre 'Castilla' viene del latín Castrum o Castellum. Castella significaría tierra de castrum o Castros celtas (tierra de castillos)

"DEL TESTAMENTO DE ISABEL LA CATÓLICA, CITA:


Otrosí, por quanto las Yslas e Tierra Firme del mar Oçéano e yslas de Canaria fueron descubiertas e conquistadas a costa d’estos mis reynos e con los naturales d’ellos, e por esto es razón que’l trato e provecho d’ellas se aya e trate e negoçie d’estos mis reynos de Castilla e León e en ellos e a ellos venga
todo lo que de allá se traxiere; por ende, ordeno e mando que así se cunpla,
así en las que fasta aquí son descubiertas como en las que se descubrieren de aquí adelante, e no en otra parte alguna."



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lunes, 12 de octubre de 2015

ADRIANO, CARLOS DE GANTE, HERNANDO CORTÉS Y LA LEY PERPETUA


  

Adriano de Utrecht, fue primero mentor y luego protegido de Carlos Iº de España (el V de Alemania). Fue regente de Castilla por expresa indicación de otro flamenco, Chievres, ante Carlos de Gante. Borgoñones y alemanes ya tenían sus espias con mando en las posiciones más altas del reino de Castilla, todo con la aprobación de Carlos de Gante, otro flamenco que despreciaba al pueblo que había venido a gobernar, relego a los castellanos en beneficio de los flamencos advenedizos, ávidos de las riquezas que llegaban de America. Después fue nombrado Papa en 1522 a conveniencia del nuevo César del Sacro Imperio.  Adriano protegió a Cortés de las acusaciones de traición y de innumerables quejas que llegaban desde Cuba y Méjico a la Corte de Carlos Iº en Castilla. Pero el de Gante y Adriano, ambos flamencos, validaron las infidelidades y transgresiones de Cortés a cambio de sumisión absoluta de este y su ejercito ante los válidos flamencos de Carlos en Castilla. Lo que los castellanos hicieron con Moztezuma, secuestrando el poder azteca, lo hicieron los flamencos en la corte de Castilla, secuestrando el poder castellano, con la aprobación de Carlos de Gante, el que faltó a su juramento en San Pablo, Valladolid, según el cual juró respetar y proteger los fueros y libertades del reino. Carlos de Gante faltó a su juramento, perjuró y traicionó al reino de Castilla. No en vano, la Santa Junta del Reino reunida en Ávila en agosto de 1920,  le había advertido, mediante la Constitución o Ley Perpetua, que “El Reino no es del Rey, sino de la Comunidad” y que debía servir al Reino y no al contrario.

De las crónicas del castellano Bernal Díaz del Castillo, natural de Medina del Campo, capitán de Cortés y combatiente valiente y eficaz en Méjico, tomamos una cita en la cual, de manera directa, aunque interesadamente partidaria a favor de Cortés, se aprecia como la contienda Comunera contra el traidor Carlos Iº y sus advenedizos flamencos, está presente en las actitudes de los castellanos en Cuba y Méjico, unos siguieron leales a las instituciones de Castilla y su buen gobierno, y otros se acogieron a la protección del poder real absoluto de Carlos de Gante, en contra de lo dispuesto democráticamente por la Santa Junta en Ávila.

En el capitulo CLXVII (167) Díaz del Castillo, dice: “Juan Rodriguez de Fonseca, Obispo de Burgos, “hacía mucho por las cosas de Diego Velázquez, y era contrario a las de Cortés” Lo cierto, según la propia dación de cuenta de los hechos del propio Díaz del Castillo, es que Cortés partió con su tropa de Cuba con instrucciones de su gobernador Diego Velázquez[1] para rescatar, no para poblar. Cortés partió de Cuba hacia Méjico el 10 de febrero de 1519. Los capitanes que acompañan a Cortés deliberan sobre volver o no a Cuba; si vuelven tendrán que entregar el oro al gobernador. Deciden proponer a Cortés que acepte el mando, que se destruyan las naves y continúen con la conquista sin acatar ya la autoridad de Diego Velázquez y del Obispo de Burgos Juan Rodríguez de Fonseca. Cortés, contraviniendo las órdenes acepta quedarse, no ya para rescatar, sino para repoblar, con la condición, que los amotinados aceptan, que le nombren capitán general y justicia mayor. A esta transgresión le llamarán Diego Velázquez y el Obispo de Burgos “traición”.  Desde ese momento, Diego Velázquez actuó en cumplimento de su deber para detener y juzgar a Cortés conforme a la ley, para lo cual le apoyaba el Obispo de Burgos. Situemos, pues, la acción de unos y otros en su contexto, estos como fieles servidores de la ley y aquellos como prófugos de la justicia. La manera de eludir Cortés la acción de la justicia en Castilla solo tenía una salida y él lo vislumbró con la agilidad que le caracterizaba: El emperador, con sus flamencos, estaba enfrentado a los nacionalistas castellanos, Lo Comuneros y La Santa Junta de Ávila, que servían al reino, no al Rey, y que no querían extranjeros en la corte ni en el gobierno de Castilla. Por consiguiente, Cortés se acogió al rey perjuro y absoluto, mostrándose absolutamente sumiso y humillado hasta las heces, colmando a Carlos de Gante de oro, plata y piedras preciosas en la manera en que era habitual: una quinta parte de lo que se conseguía era “el real quinto” que iba directamente a las arcas Rey. Basta leer las cartas que Cortés enviaba al Emperador, que se conservan en Viena, para comprobar cómo exalta sus actos de guerra, magnifica los errores contrarios, justifica sus propios excesos y sus prevaricaciones, como cuando colmaba a sus parientes y vecinos de su pueblo extremeño, que le acompañaban en Méjico, de dadivas y cargos que no obtenían otros como Bernal Díaz del Castillo por igual o mayor sacrificio y fidelidad. Todo lo justificaba Cortés ante el rey absoluto, rebuscando justificaciones moralizantes y necesidades presuntamente ineludibles, este comportamiento que hoy diríamos de lameculos y rastrero, es lo que se deduce de sus misivas al Emperador. Díaz del Castillo deja entrever en algunas de sus crónicas, pero no condena, quizá porque habiendo seguido a Cortés cuando pasó con él desde Cuba, era cómplice de desacato, todos los que pasaron desde Cuba a Méjico con Cortés, se debían unos a otros reciprocidad en sus quebrantos, ante la justicia que les demandaba se protegían mutuamente. Todos tenían interés en forrar de oro al rey flamenco y, sobre todo, ganarse su favor frente al gobernador de Cuba y al Obispo, para que por la gracia del oro y los halagos al emperador, a su retorno a Castilla no terminaran en el cadalso. Y, Si, lo consiguieron, a fuerza de sacrificio, padeciendo y muriendo la mayoría heroicamente, pero sobre todo a fuerza de mucho oro, que le llegaba al de Gante por la Ruta de la Plata, de Sevilla a Gijón y desde aquí hasta donde estuviera, habitualmente en Alemania, Borgoña o Flandes. El quinto real no beneficiaba en Castilla sino escasamente, ni siquiera a los que combatían para conseguirlo.  En este contexto, se puede entender que Díaz del Castillo defienda a Cortés frente a Diego Velázquez y el Obispo de Burgos Juan Rodríguez de Fonseca.

Veamos cómo Cortés recurre al flamenco Cardenal Adriano, por entonces Regente de Castilla: “y quiso Dios nuestro señor Jesucristo que en el año 1521 fue elegido en Roma por sumo pontífice nuestro muy santo padre el Papa Adriano de Lovaina y en aquella sazón estaba en Castilla por gobernador della y residía en la ciudad de Vitoria, y nuestros procuradores fueron a besar sus santos pies;” Aquí hay una referencia sutil a la perdida de las libertades castellanas en Villalar al salir las tropas de Carlos vencedoras, el poder absoluto de este Austria se consolidó. Los de Cortés, tal como expresa Díaz del Castillo en esta cita, se alegran de que en Abril de ese año Castilla perdiera su libertad y su independencia en Villalar, para ser gobernada por extranjeros como Adriano. Cortés y sus prófugos lo celebran porque les favorecía para conseguir el perdón real. En Vitoria donde residía Adriano, quizá porque no se encontraba seguro en las ciudades castellanas, un cortesano alemán intercedió ante Adriano a favor de Cortés y su tropa, es de suponer que en agradecimiento por el oro que llegaba desde Méjico a Alemania, el alemán “suplicó” al recién nombrado Papa flamenco que interviniera en los asuntos entre Cortés y el Obispo, pero el alemán transformaba las quejas contra Cortés en razones y la acción legal del Obispo y de Diego Velázquez en “agravios e injusticias” (¿Qué no podrá Don dinero en forma de oro?) De esta manera, consiguió Cortés recusar al Obispo de Burgos ante el Papa flamenco. Entre las alegaciones para recusar al Obispo, Díaz del Castillo nos dice que Diego Velázquez dio al Obispo un pueblo en la isla de Cuba, y que “a su majestad no le dio ningún pueblo, siendo más obligado a ello que al Obispo” Veámoslo, como castellanos que llevan el peso de la conquista a su costa y que se reparten entre los que arriesgan sus vidas y su hacienda, es justo que así sea. Por el contrario, enviar el oro a un reino extranjero que nada hacía para ganarlo, por más que tal país comparta rey con el nuestro, es traición, una felonía cometida por unos transgresores de la ley del reino y validada por un rey perjuro, rodeado de cortesanos extranjeros y que no hablaba el castellano. Otra alegación de Cortés y de sus complices, es que enviaron un presente al Obispo de Burgos en Cuba, para el emperador Carlos Iº, por medio de unos mensajeros de la confianza de Cortés, y que el Obispo les “trató mal de palabras llamándolos traidores, y que venían a procurar por otro traidor”, por lo cual dice Bernal Díaz, que el Obispo reescribió las cartas al emperador indicando que el envió lo hacía el gobernador de Cuba Diego Velázquez. Si el conducto habitual era mandarlo por el conducto del gobernador, y si los de Cortés hubieran acatado la autoridad de este, no debían extrañarse de que el envio lo hiciera el superior al mando, pero queda claro que los “traidores” quería redimirse ante el emperador figurando ellos. Por muchos combates que los desertores hubieran librado en Méjico, por mucho oro que enviaran al emperador, seguían siendo perseguidos de la justicia, traidores que a su vez se querían ganar el favor de otro “traidor”. Parece razonable pensar que el Obispo dijo traidor en referencia a Cortés.




[1] Diego Velázquez era natural de la Villa y Tierra de Cuéllar.